[capi 2] Konoha Tales [+18] [Drama/Misterio]

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Amanecía lento en la ciudad del olvido.

Un sol naciente rasgaba las nubes en su camino hacia la tierra, buscando su reflejo en el agua que se acumulaba, y dando un poco de calor a la fría mañana. La ciudad sobre la que posaba, esa ciudad de ensueño, que le había recibido siempre con gozo, era la ciudad que se mostraba ante los ojos sorprendidos de un viajero misterioso que, escondido entre la tela de su manto, guardaba para si, anonadado, la imagen del paisaje. Era esa misma ciudad la que le había despedido 20 años atrás, antes de iniciar el gran viaje de su vida.
Pero por desgracia, no era esa la misma ciudad que él veía ahora, en su glorioso y anhelado regreso, sumida en un manto de neblina gris, que poco a poco se dispersaba por efectos de la luz solar. Esta ciudad, a diferencia de la Konoha que él conoció en su juventud, estaba destruida.

Se había convertido en un pueblo fantasma, en el que los únicos habitantes eran las almas de aquellos que habían muerto protegiéndola. El viajero se quedó mudo ante tal perspectiva.
Desde su posición sobre el monte de los Hokage, apenas y distinguía las borrosas siluetas de los rostros de los legendarios, bajo sus pies, grabadas al lado de los grandes líderes de la nación. Aquel increíble capítulo de la historia, ese pedazo de vida de la ciudad, se había perdido para siempre.

-¿Pero qué...?- murmuró para si, mientras, con desesperación, iniciaba la bajada por la pendiente de la montaña.

Corrió, tropezó y volvió a correr, cada vez más rápido, cada vez lleno de más ansiedad. No tardó en llegar hasta el centro, y se vio rodeado de las desérticas calles que, a causa de la soledad, transmitían los ecos del aire golpeando alguna ventana, o del agua goteando de algún tejado. Corrió entre las casas, buscando a nadie, recordando a cada paso las memorias de su vida en esa ciudad. Veía la gente, veía a sus amigos, veía a su familia, y por momentos se sentía que nada había cambiado; pero después despertaba, y aquel hermoso sueño se desvanecía. El abandono le invadía a cada vuelta de esquina, y una incertidumbre mayor le acogió cuando llegó al portón de su antiguo hogar, derruido y casi en ruinas.

Quiso entrar por la puerta principal, pero esta estaba trabada. Se extrañó. Caminó hacia la ventana y observó por el vidrio roto el interior. No había nada... o más bien, todo lo que había ya no era, pues todo estaba destruido. Descubrió que detrás de la puerta se encontraban varios tablones, en un desesperado intento de impedir el paso a algo, o a alguien.

Sin dificultad entró por el boquete de la ventana y comenzó a rebuscar, algo, cualquier cosa que pudiese haber sobrevivido. Recogió algunas pertenencias que le recordaron su infancia, las envolvió en una tela y se las amarró al cinturón, por dentro del manto de viajero. Decidió abandonar rápido aquel lugar, o se volvería loco. Caminó un poco más por la plaza principal, resignado ya a aquel inevitable desenlace.

Konoha había muerto.

Se colocó la capucha del manto, cubriendo así su presencia, mimetizándose con el frío y lúgubre ambiente, hasta que un sonido ajeno le hizo ponerse alerta. Rápidamente, como buen ninja que era, desapareció su rastro, escondiendo su cuerpo, y escuchó.
El sonido provenía de una de las avenidas principales, era un sonido constante, de madera crujiente y cascos golpeando el suelo. Siguió el sonido oculto por las sombras de los callejones, que conocía a la perfección. No tardó en ubicar la extraña presencia.
Era una carreta que, siendo guiada por dos caballos, se dirigía hacia la salida de la aldea.

Entonces si había alguien en Konoha. El viajero les observó, les estudió. Era un hombre maduro el que conducía la carreta, acompañado de una mujer, un joven y dos niños. Tanto el joven, como el conductor de la carreta portaban armas ninja, aquellos eran guerreros.
La pequeña caravana continuó con su camino sin percibir que, unos metros detrás, un espía les seguía el paso sigilosamente pretendiendo descubrir que era lo que había pasado en aquel desolado lugar. Pero algo truncó los planes del espía, pues este se había percatado de que, también detrás de la carreta, una procesión de casi 20 personas caminaba lúgubremente por el mismo camino. El espía les observó, sin darse a conocer.
Ninguno de los rostros le parecía familiar, ninguno de ellos era originario de Konoha. Pero ninguno de ellos eran ninjas. Eran, en su mayoría, mujeres y niños pequeños, y algunos cuantos ancianos que, con dificultad, intentaban mantener el paso.
El espía les siguió unos minutos, pero se detuvo al ver que uno de ellos se separaba de la caravana.

Era un niño, no..., era un joven, de escasos 14 años, que había detenido el paso al caminar por un destruido establecimiento en la avenida. El espía lo rodeó, y pudo ver que aquel establecimiento no era otro si no el Ichiraku Ramen. Un golpe de nostalgia invadió su corazón. Pero al parecer no era el único. La mirada de aquel joven representaba que por su mente pasaba una mezcla de sentimientos tristes y alegres al mismo tiempo. El chico estaba tan confundido con su pensamiento, que no se percató de cuando el espía viajero se acercó a él.

Aquel hombre caminó confiado hacia el muchacho, pues su pinta no parecía peligrosa, su vestimenta era un misterio, pues la ocultaba bajo un grueso abrigo negro, que, para su tamaño parecía demasiado grande, y usaba un gorro gris, que cubría su cabello. El espía extendió su brazo, pretendiendo tocar el hombro del muchacho, aprovechando que las demás personas se habían alejado lo suficiente como para no verlos, pero cuando este se acercó a la puerta de Ichiraku para acariciar la entrada no sin cierta ternura infantil, pudo ver, atada a su muñeca, una bandana ninja, con el símbolo casi inexistente, pero presente, de Konoha.

Aquello causó gran impresión en el viajero, quien dio algunos pasos hacia atrás. Aquel muchacho era un ninja, y como ninja que era había percibido este movimiento del espía. El muchacho volvió su cuerpo bruscamente empuñando una kunai que ocultaba debajo de la gruesa chamarra; pero la habilidad del espía era más. El joven no vio nada.
Observó sus alrededores, confundido, alterado por el tremendo presentimiento que había tenido. Se convenció de que no era nada, y pretendió regresar sobre el camino, tras la caravana, pero al dar vuelta a su cuerpo se encontró con que una figura encapuchada posaba frente a él.

Se paralizó. Ambos personajes se miraron a los ojos unos segundos. Los ojos azules del muchacho se cruzaron con los marrón oscuro del misterioso personaje, pero fue el espía quien reaccionó primero. Levantó su mano, dispuesto a tocarle, pero el joven, nervioso, quiso atacarle en intento de defensa propia, lanzándole la kunai que aún tenía entre las manos.

El espía reaccionó evadiendo el ataque y lanzó una potente patada al muchacho, que, tras caer aturdido al piso un metro atrás, perdió el conocimiento mientras veía a aquella sombra amenazante acercarse a él.
Aquel hombre le observó, rendido boca al suelo. El joven era un ninja, pero ciertamente era muy inexperto.

Quiso tomar la bandana de su mano, pero al intentarlo se percató de que su respiración se hacía cada vez más pesada, más difícil de realizarse. Le miró el rostro unos segundos, preguntándose porqué un ninja de Konoha, sobre todo tan joven, estaba en un lugar así... y lo más importante, ¿sabría él lo que había pasado con la aldea? ¿Podría decirle él a dónde habían ido todos los habitantes? Quizás no, era demasiado joven como para saber lo que había sucedido, pero quizás era lo suficientemente maduro como para entender la situación en la que estaban. No era mucho lo que podía conseguir de él, pero cualquier información era mejor que nada.

Entonces la chispa vino a su mente, y se percató de que el rostro que veía no era un rostro cualquiera. Extrañamente ese rostro le traía memorias, le traía nostalgias. Alargó su mano y tomó el gorro gris que portaba y lentamente lo fue quitando, dejando al descubierto unos llamativos cabellos rubios, ásperos y maltratados que, sumados a esa piel pálida, y a los ojos azulados que había visto tenía, terminaban de conformar un rostro para él tan familiar, que comenzó a sentir miedo.

Aquel muchacho no sólo se parecía, si no que era idéntico, a su antiguo maestro...

*****

La caravana se había detenido a la salida de Konoha; confundidos y cansados, los peregrinos esperaban sentados en el pasto, a que su guía regresara. Tal parecía que se habían percatado de que uno de sus elementos había desaparecido.

El joven ninja de la hoja yacía dormido bajo el balcón de Ichiraku; descansando a la sombra, y al lado de él, el misterioso viajero, quien pensante, observaba entre sus manos la bandana que le había arrebatado a su víctima. La palmó, la sintió, la estrujó. Recordó la sensación de tener ese objeto en su poder, recordó el compromiso que implicaba ese simple pedazo de metal, que se portaba tan altivo como la misma pieza sobre la cabeza.

¿Hacia cuantos años que no usaba el símbolo de su aldea? No recordaba ni claramente cuando fue la última vez que se llamó a si mismo un ninja de Konoha.

Observó al muchacho. Era increíble el cómo de pasar de un abrupto estado de inconsciencia a un placentero y casi sublime sueño, parecía tan fácil para una persona como él. Ahora respiraba tranquilo, y al parecer el sueño en el que se había inmerso no era nada desagradable. Al viajero le pareció un aspecto curioso, de un chico como él, siendo descendencia de quien creía que era.

La voz de una mujer comenzó a escucharse por los rumbos, quien llamaba a gritos al que parecía ser el faltante de la caravana. El viajero se puso de pie y ocultó su cuerpo pegándose a la pared del establecimiento, mientras esperaba.

Entonces el muchacho comenzó a despertar. Bostezó con gusto, jalando aire despreocupadamente; una picara sonrisa brotó de su rostro, e intentó sutilmente abrazar lo que parecía un peluche de compañía imaginario.

- mmm.... yüki.... -murmuró el chico aun medio dormido.

El viajero le observó extrañado, mientras presentía a lo lejos la cercanía de aquella mujer

- Nekota-kun!!!!- gritó la mujer, y el muchacho despertó bruscamente. Miró a su alrededor algo turbado, había bajado la guardia increíblemente.
- ¿Qué sucede? - pregunto al aire, más cuando se dio cuenta de quién estaba detrás de él, se paralizó.
- Shhh....- indicó el viajero misterioso con un dedo sobre el labio-...
Nekota guardó silencio, más procuró no volver a estar tan distraído. Deslizó su mano hasta su pantorrilla, de donde extrajo dos estrellas Shuriken.
- Ni lo intentes- dijo el viajero sin verlo, mientras mantenía la guardia fija en aquella mujer.

Nekota, el que al parecer era el joven ninja que buscaban, sostuvo su mirada en el hombre misterioso, y entonces se percató de que, en la palma de su mano derecha, cargaba la vieja bandana que era tan importante para si.

- ¿¡Qué haces!?- exclamó furioso mientras se abalanzaba sobre él-¡¡devuélvela!!
- Basta...- ordenó el espía, sosteniéndole del cuello de la chamarra- si no guardas silencio tendré que matarte...
- No te tengo miedo- replicó el chico intentando liberarse - no sé quien eres, ni me interesa... pero te advierto algo... no permitiré que hagas tus fechorías...
- ¿Qué...- preguntó el viajero sin comprender- ¿De qué hablas?
- ¡No te creas que soy idiota! no nací ayer...
- .... - el espía le observó algo confundido- pues por tu comportamiento, pareciera que sí
- ¡¡¡Basta ya ladrón!!!
- ¿La...drón?- repitió el hombre aún más confundido y enojado- ... ¿me has llamado ladrón? tú... mocoso!!!
- ¡JA!- rió Nekota irónicamente- no creas que no conozco a los de tu clase, aprovechas el hecho de que la aldea está vacía, para robar cuanto objeto de valor te encuentres


El espía le observó, más luego simplemente le dejó ir. Nekota saltó al suelo en posición defensiva, pero el ataque por parte del viajero nunca llegó. Este simplemente volvió su mirada hacia la mujer, que se alejaba rápidamente, al no haber encontrado rastro del muchacho perdido. Observó la bandana en su mano derecha, y se preguntó lo que habría podido suceder para que todo un pueblo, toda una aldea, abandonase de repente su hogar.


- De acuerdo...- dijo de pronto Nekota, con la cabeza baja.
El viajero le miró, sin comprender
- ¿Qué dices?
- ¡Qué está bien!.... puedes llevarte lo que quieras...
- ¿Qué...? pero te he dicho...
- ¡¡Pero por favor!!- exclamó el muchacho con una mirada de súplica- por favor devuélveme esa bandana...

El viajero le miró sorprendido. Todo el temple y toda la energía de ese muchacho habían desaparecido en tan sólo unos instantes. Y todo por esa bandana.

- ¿Tan... importante es para ti?
- ¡Lo es! ... por favor... esa bandana es... el único recuerdo que tengo de mi padre...

El hombre le observó abrumado. Ya no cabía duda. Aquellas eran ya demasiadas coincidencias. No podía ser solamente que su mirada le estuviese haciendo una mala broma. Era cierto; aquellos ojos, aquella voz, aquella pose, aquellos movimientos, inclusive aquella presencia, aquel olor, era todo idéntico... y por un momento pensó haber visto en aquel chico la esencia de un antiguo héroe, la silueta de un rostro grabado en piedra, que ahora moría desvanecido por las constantes lluvias, y por la tristeza de ver a su pueblo abandonado, morir lentamente.

- Dime, chico...- dijo el viajero, sin dirigirle por completo la mirada- ... dime... ¿cuál es tu nombre?
- Mi nombre es Nekota- respondió este sin mucho entusiasmo
- No...- corrigió el espía- dime tu nombre completo...

Nekota lo pensó unos momentos, dudando de si era seguro responder a esa pregunta, pero terminó por resignarse. Ya nada podía pasar, ahora que no había nadie para hacer nada. Ahora no valía de nada ser quien era, no valía de nada provenir de donde provenía, si al final terminaría muriendo como murió la ciudad, como murieron todos.

- Mi nombre es... Uzumaki Nekota

El viajero permaneció en silencio. Había resultado ser verdad. Nekota le observó, esperando alguna reacción de su parte, y descubrió en él una leve y divertida sonrisa. Aquello le confundió.

- No me digas que... Uzumaki Naruto es tu padre
- Tú... tú le conoces...? - preguntó Nekota, mientras desviaba levemente la mirada.
- Ja...- rió el viajero- vaya si lo conocí... el fue uno de mis maestros...
- ...
- Gracias a él he aprendido a ser el ninja que soy ahora… bueno, a ser el ninja que un día llegué a ser…
- …mmmphh…
- Escuché…-continuó el viajero ignorando el desinterés repentino de Nekota- …escuché que se convirtió en Hokage... aunque...- mira lentamente a su alrededor- ...es difícil saber lo que sucede aquí
- Ya veo... -respondió Nekota, con el semblante frío y ausente-...
- ... - el viajero le observó- de todos modos, me preguntaba que había sido de Naruto...
- ... - el semblante de Nekota se oscurecía cada vez más- ... si...
- No puedo creer que... siendo Naruto el Hokage de esta aldea, terminase así todo... como un pueblo fantasma!!!
- Escucha...- interrumpió Nekota de repente- ... por la manera en que hablas, supongo que conoces a mi padre de muchos años atrás
- Así es- respondió el viajero comenzando a notar el extraño ambiente ahí- como ya te dije, él fue mi sensei antes de partir de Konoha, hacia casi 20 años ya.
- Ya veo... te has marchado 20 años de Konoha, y ahora regresas sin saber nada de lo ocurrido.
- Es evidente que no... He regresado con el afán de volver a ver Konoha tal y como la recordaba pero....

Nekota no respondió a esto, permaneció en silencio, mientras observaba la bandana que ahora tenía en su poder nuevamente. Una mirada de nostalgia resaltó en su rostro aún infantil. Pronto la nostalgia se convirtió en tristeza, y esta tristeza convergió en la aparición de una lágrima que resbaló lentamente por la mejilla del muchacho. El viajero se percató de esto, y un halo de confusión le invadió. Lo que había sucedido no había sido otra cosa si no algo extremadamente malo.

- Tú...- intentó decir el viajero
-¡¡Ya nada...!!- exclamó Nekota, sumido en llanto que ahora le era imposible controlar, mientras tapaba su rostro con la tela de la bandana, apretándola contra si- ¡¡ya nada nunca volverá a ser como la Konoha que era!!
-¿Qué...?
- La...- continuó Nekota alejándose unos metros- ... la existencia de esta aldea fue condenada el momento en que el Hokage dejó de existir....
- ¿Qué dices?...
- Eso fue lo que pasó....
-...

-... este pueblo murió el día en que murió el Mittsudaime... el día en que Naruto Uzumaki fue asesinado...

Hacia la mitad del día, el sol, en lo más alto de su recorrido, vigilaba los movimientos de los extraños visitantes en Konoha.
La caravana peregrina aún se resguardaba a la entrada de la aldea, más Nekota y su acompañante, formaban guardia sobre el tejado del Ichiraku Ramen, absorbiendo las energías que la cálida luz del sol les proporcionaba. Era mitad de invierno, y, a pesar de que no había caído aún la primera nevada, el frío obligaba a las criaturas vivas a buscar el cobijo del astro mayor.

Sobre el tejado, Nekota aún luchaba por controlar el sentimiento de su ira, que, abrasador, le quemaba por dentro. El espía viajero le observaba en silencio unos metros delante, al filo de la azotea. Miró a Nekota algunos segundos, diciéndose que, a pesar de que el parecido del muchacho con su padre era asombroso, la diferencia entre sus personalidades era increíblemente notoria. El adolescente, hijo del legendario ninja Naruto Uzumaki, yacía sollozando infantilmente frente a sus ojos, incapaz de controlar sus propios sentimientos. Parecía, en cierta forma, un niño delicado.

- ¿Así que… - prosiguió el espía en cuanto se percató de que el chico había dejado de gimotear- … Naruto ha muerto?
- S…. si…- respondió débilmente Nekota, sin atreverse a levantar la vista
- Mmmpphhh…- refunfuñó el espía fríamente, mientras veía a lo lejos el monte de los Hokage- … no puedo creer que… por fin haya conseguido grabar su rostro en aquel monte y no esté vivo para verlo ahora…. ¡¡ese desgraciado!!
- … - Nekota le miró, y miró luego el monte. El rostro de su padre, el más nuevo entre los nuevos, se veía debilitado por el paso de los años, aunque aún guardaba esa chispa de energía inacabable que parecía explotar de sus ojos. Tan incandescente que pudiera desquebrajar el cerro en cuestión de minutos.
- … maldito - murmuró el espía, aunque Nekota pudo escucharle- … prometió que estaría aquí para mi regreso… él lo prometió…
- Lamento…- comentó el chico- … lamento que no pueda ser así...
- Si claro…- respondió el viajero con fría ironía, mientras se acercaba a él- … dime… Nekota Uzumaki… ¿Qué haces aquí?
- ¿Qué… que dices?
- No me quieras ver la cara de idiota… ¿Qué podría hacer un niño como tú en una ciudad fantasma como esta?
- ¿De que hablas? … esta es mi aldea… yo nací aquí… y esto es todo lo que me queda en la vida…
- ¿Vives aquí?... ¿cómo un pequeño ermitaño o algo así?
- se podría decir…que soy el último ninja que intenta proteger a Konoha

El viajero le miró extrañado por aquellas palabras, pareciera que en ese momento un poco de la chispa que inundaba los ojos de Naruto hubiese nacido en los ojuelos de ese muchacho, pero esta fue rápidamente apagada por el amargo recuerdo de un suceso. Al espía esto causó gracia, algo que no pudo ocultar.

-Ja! –Exclamó- … no me hagas reír… esto es ahora un desierto sin nada… no hay nada aquí a lo que se le pueda llamar Konoha…

Nekota bajó la cabeza, apenado, más en su mirada brotaba cierta determinación.

- Eso… ¡¡¡lo sé…!!!
- Lo que deberías hacer…- continuó el espía, sin tomar en cuenta esto- … es largarte con esos peregrinos, seguro que llegas a una aldea decente y algún anciano de buen corazón decide adoptarte.
- Lo he intentado…
- ¿Qué?
- Lo he intentado…- repitió Nekota- … lo juro… que varias veces, de todas las formas lo he intentado, alejarme de aquí…pero es que simplemente no puedo hacerlo….
- No seas idiota…
- ¡¡No lo soy!!- exclamó el chico- es sólo que… es una nostalgia, que me invade cada vez que intento cruzar por las puertas…

El viajero le miró unos momentos en silencio. Nekota se puso de pie lentamente y caminó hacia el borde de la azotea, al lado del espía.

- Es esa sensación de que…- prosiguió - … si abandono este lugar, no tendré nunca más un sitio al cual regresar… no tendré nunca más un lugar al cual llamar hogar…
- Eres un shinobi - respondió el espía - … eres una herramienta… las herramientas no tenemos hogar. Eso debes aprenderlo bien...
- Pero… - replicó el joven - … yo no soy digno de llamarme un Shinobi… jamás llegaré a ser la mitad de bueno de lo que fue mi padre… jamás…

El viajero no respondió, era como si, de cierta manera, le comprendiera. Se quedaron ambos en silencio, durante varios minutos, observando la ciudad. Estaban juntos, pero cada uno inmerso en sus pensamientos, cada uno en su mundo, con sus propias historias, con sus propios fantasmas.

- Dime… - reanudó el viajero la conversación después de un tiempo - ¿Está la tumba de Naruto aún? … desearía verle un momento….

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Bajo el monte de los Hokage se encontraba el mausoleo a los caídos. Ese monumento que rendía honor a todos aquellos que habían dado su vida sin siquiera vacilar por la causa de la aldea, por asegurar su existencia. Monumento que, a pesar de la destrucción de la aldea, sorprendentemente aún seguía en pie.

Llegaron tras un rato de caminata, y el viajero se sorprendió al encontrar los nombres de los Shinobis multiplicados por varios desde su última visita antes de dejar Konoha. Recorrió el mausoleo, la ahora enorme piedra en el que se habían grabado las memorias de los guerreros de la aldea. Los leyó ligeramente. Entre esos nombres se encontraban varios conocidos de su infancia, incluso grandes amigos de su adolescencia, y uno que otro miembro y compañero en su vida de espía viajero. Nekota le siguió el paso, acariciando con una mano los nombres grabados en la piedra:

- Has estado ausente durante 20 años… probablemente te sorprenda encontrar algunos nombres aquí…
- Te equivocas- rectificó el viajero- después de estos 20 años, ya nada me sorprende…

Nekota le observó. Le estudió.

- Por tu apariencia puedo decir que eres un ninja, o que en algún momento lo fuiste. Tu mirada dice que has vivido más guerra de lo que incluso este país ha tenido que soportar alguna vez…
- Has observado bien - aclaró el viajero

Nekota le observó con tristeza, luego volvió su atención al memorial.

- Jiraiya-sama…- Nombró el muchacho deteniéndose en una inscripción - … desaparecido en una misión… su cuerpo jamás fue recuperado…

El viajero suspiró al observar la inscripción. Nekota caminó unos metros más.

- Nara Shikamaru… - dijo - … nombrado Hokage provisional tras la muerte de Tsunade Godaime… murió en una misión de rastreo…su cuerpo yace en el mausoleo…

El desconocido recorrió con la vista la inscripción.

- Yuuhi Kurenai… desaparecida en combate… Inuzuka Kiba… muerto en combate… Hyuuga Neji… muerto en combate… Kakashi Hatake… desaparecido en misión de rastreo…se encuentra su cuerpo días después de su desaparición…
- ...
- ... y así continúa la lista...
- Dime…-agregó el viajero- … ¿Qué sucedió con el equipo de Naruto sensei? no veo sus nombres inscritos aquí…
- Ellos…-respondió Nekota- …desaparecieron
- ¿En combate?
- No - corrigió el muchacho - ellos simplemente desaparecieron, sin dejar rastro…- caminó dos pasos, hacia la inscripción de los privilegiados, y continuó- … Tsunade Godaime… desaparecida… y encontraba muerta misteriosamente … - se detuvo, mientras posaba su mano derecha sobre la última inscripción - … Naruto Uzumaki… Mittsudaime Hokage… muerto en combate…

El viajero se acercó a donde Nekota posaba y observó el nombre. Rozó con su mano el relieve de la inscripción, y dijo, casi en un murmullo sólo para si:

- Tú lo prometiste… que estarías aquí…

Pero entonces se percató que, curiosamente, después del nombre de Naruto había un espacio destinado para anotar un séptimo dictado, un séptimo Hokage, pero esta leyenda estaba en blanco. El viajero quizo preguntar sobre este hecho a Nekota, pero al verlo recorrer las inscripciones, al igual que lo hacía él, lleno de esa tristeza, prefirió simplemente callar.

- ¿Sabes? – Comenzó el joven por iniciativa propia - vengo aquí muy seguido, a visitar la tumba de mi padre… sé que, de alguna forma, si le hablo desde este lugar, él puede escucharme.

El espía le observó seriamente. Nekota continuó.

- Supongo que esta es alguna de las cosas de las cuales no puedo desprenderme tan fácilmente… es como si… si me marchara… mi padre terminase de morir completamente…
- Nekota…- interrumpió el espía. Nekota le miró - necesito que me digas… ¿Qué fue lo que sucedió en este lugar? ¿Qué fue lo que pasó para que Konoha terminara siendo lo que es ahora? ¿Qué sucedió, durante estos 20 años?